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 Medalla y Historia de la inclusa de Madrid

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Medalla y Historia de la inclusa de Madrid Empty
MensajeTema: Medalla y Historia de la inclusa de Madrid   Medalla y Historia de la inclusa de Madrid EmptyDom Jun 24 2012, 10:56

Hola aqui os muestro una medalla identificativa de la Inclusa de Madrid tiene un diametro de 2,5 cts y pesa 7 grs,y acontinuacion expongo un breve pero interesante estudio sobre las Inclusas de Madrid, espero sea de vuestro agrado

Medalla y Historia de la inclusa de Madrid Inc1


Medalla y Historia de la inclusa de Madrid Inc2x



HISTORIA DE LA INCLUSA DE MADRID.
Dr. José Ignacio de Arana Amurrio.
En 1563, se crea en Madrid, en el convento de la Victoria situado junto a la Puerta
del Sol, con una iglesia muy visitada por la familia real y personajes de la Corte, la
Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y las Angustias con el fin caritativo de recoger a
los convalecientes que salían de los Asilos-Hospitales. En 1572 la Cofradía asume la labor
de recogida de los expósitos madrileños y para darles cobijo adquirió en 1579 un grupo de
inmuebles próximos al convento situados en la Puerta del Sol, entre la calle de Preciados y
la del Carmen.
Por esa misma época la ciudad flamenca de Enkuissen era disputada por las tropas
españolas de los tercios y los holandeses rebeldes. Al conquistarla los españoles, un
soldado encontró en una iglesia profanada un cuadro de la Virgen de la Paz rodeada de
ángeles y con un niño a sus pies y decidió unirla a su escueto equipaje militar. Tras su
regreso, aquel soldado le regaló al rey Felipe II la imagen rescatada y el monarca, viendo
la escena del niño a los pies de la Virgen, decidió donarla a la cofradía. En el convento de
la Victoria fue entronizada y pronto fue objeto de una enorme devoción entre los
madrileños. Pero éstos no sabían pronunciar el nombre de aquella lejana ciudad flamenca
y comenzaron a utilizar para el cuadro la advocación de Virgen de la Inclusa. Poco a poco
esta palabra sustituyó en el habla popular al nombre del convento y cofradía pasando ésta
a denominarse simplemente Inclusa; la nueva denominación hizo fortuna y de allí se
extendió a todas las instituciones españolas dedicadas como ella a la recogida de
expósitos.
En ese lugar iba a permanecer la Inclusa madrileña durante más de dos siglos. En
realidad era una aglomeración de casas, unidas entre sí por pasadizos que se construían
según surgía la necesidad por el expeditivo método de derribar un muro. En 1801, ante el
deplorable estado de los edificios, se decide su traslado. La primera ubicación elegida fue
otro viejo y también medio ruinoso edificio en la calle del Soldado, hoy calle de Barbieri,
conocido por el nombre de “Galera vieja” porque había sido anteriormente cárcel de
mujeres de la Villa. Sólo tres años más tarde se trasladan a la calle de la Libertad, y por
fin, en 1807 la Inclusa se instala en el enorme caserón de la calle Embajadores donde ya se
encontraba el Colegio de La Paz, dedicado a recoger a mujeres y niñas menesterosas.
En el año 1929 la Diputación Provincial de Madrid, de la que dependen los
organismos de Beneficencia, dispone la construcción de un edificio totalmente nuevo para
alojar la Inclusa. La elección del sitio no es aleatoria. Se trata de un amplio terreno en la entonces alejada calle de O’Donnell, propiedad de la Junta de Damas que regía la
institución y donde muy poco después se construiría la Maternidad Provincial. Abierto al
campo que circundaba la ciudad por ese extremo, con amplias dependencias interiores y
grandes jardines, con una hermosa galería orientada al sur para que los internos pudieran
disfrutar del sol, el edificio supuso un revolucionario avance en el modo de atender a los
niños. Un detalle decorativo de su fachada merece la atención del que pasa junto a ella. Se
trata de dos relieves, de preciosa cerámica, representando a dos recién nacidos fajados,
imitación exacta de los que adornan la fachada del Hospital de los Inocentes de Florencia
y que en el siglo XV modeló el artista del Renacimiento Andrea della Robia. La Inclusa
perdió ese nombre para pasar a llamarse Instituto Provincial de Puericultura aunque siguió
manteniendo sus funciones. A comienzos de los años setenta se decidió el traslado del
Instituto, a su actual ubicación del Colegio de San Fernando, en la carretera de Colmenar
Viejo, y volvió a cambiar de nombre, ahora por el de Casa de los Niños.
Procedencia de los niños.
Los niños acogidos en la Inclusa tenían diferentes procedencias:
1.- Recién nacidos abandonados en la calle, en las puertas de iglesias y conventos o
en los tornos que se habilitaron para ello en la propia Inclusa, en el templo de San Ginés, y
un tercero en el Puente de Segovia, junto al tramo del río Manzanares al que acudían las
lavanderas. Eran prácticamente siempre de padres desconocidos y los que llegaban en
peores condiciones físicas por lo que su índice de mortalidad era casi siempre del 100% en
los primeros días.
2.- Desde el Hospital de los Desamparados, donde existían unas camas para
atender a lo que se llamaba “paridas clandestinas”, cuyos hijos, nada más nacer, se
trasladaban a la Inclusa.
3.- Otros Hospitales de Madrid entre los que cabe destacar el de La Pasión o de
Antón Martín, dedicado en especial a enfermedades cutáneas como sarna, tiñas, úlceras y,
sobre todo, el mal gálico. Estos niños, en una buena proporción, pasaban al nacer a la
Inclusa pero sólo hasta que sus madres eran dadas de alta o, si éstas fallecían, eran
reclamados por el padre u otros familiares.
4.- En ocasiones, familias que estaban atravesando graves crisis económicas
dejaban a sus hijos recién nacidos y hasta a alguno ya mayorcito al cuidado de la Inclusa,
con el compromiso de recogerlo cuando la situación mejorase, cosa que en demasiadas
ocasiones no llegaba nunca a suceder.
Desde el primer momento, las inclusas quisieron preservar el anonimato de
aquellas personas que se veían en la necesidad de abandonar a sus hijos recién nacidos y
que por vergüenza lo hacían en plena calle. Con este fin se instituyó un procedimiento de
recogida que ha perdurado hasta hace pocos años. Me refiero al torno. El torno llegó a
existir en prácticamente todas las inclusas y hospicios y también se instalaron en distintos
lugares para de ese modo evitar a las madres largos desplazamientos que pudieran hacerlas
desistir de dejar a su hijo en un lugar de acogida. Un miembro del personal hacía guardia
permanente al otro lado del rudimentario aparato sin tener contacto directo con el autor o
autora del abandono. Sobre ellos campeaban carteles como los dos que les muestro en
estas fotografías.
Los niños llegaban al torno en muy dispares condiciones. La mayoría, desde luego,
prácticamente desnudos o sin otra prenda de abrigo que unos trapos viejos o una astrada
manta. Otras, en cambio, llevaban alguna ropilla más cuidada y hasta no faltaba el que
mostraba detalles entrañables de cariño materno en forma de algún humilde adorno en la
ropa o algún objeto de devoción sobre el cuerpo. Era bastante frecuente que junto a la
criatura apareciese una nota, escrita las más de las veces con letra temblona, pero otras con
rasgos de una cierta cultura caligráfica. En esas notas se solía decir si la criatura estaba o
no bautizada, si, de estarlo, se le había impuesto algún nombre; en raras ocasiones se
aportaba algún detalle de su filiación como la clase social de la madre o de los padres, si
éstos estaban vivos, si su unión era o no legítima y, siempre se hacía un llamamiento a la
caridad de la Inclusa o de sus gestores. Estos datos, junto con los de los objetos que
llevasen encima, podían más tarde ser aducidos por la familia para identificar al niño si
decidían reintegrarlo al hogar. De todo ello se llevaba un meticuloso registro por escrito de
cuya existencia hay constancia en el archivo de la Inclusa de Madrid. En ese mismo
registro se anotaban todas las vicisitudes de la estancia del niño hasta que salía de la
institución.
El primer año del que hay constancia documental, 1583, se recogieron 74 niños. A
partir de 1600, el número de ingresos anuales oscila entre 300 y casi 700. En el tránsito de
los siglos XVIII al XIX llega casi a los 1500 al año. Durante todo el siglo XIX las cifras se
mantienen entre 1600 y 1800 aunque con algún pico que roza los 2000. En las dos
primeras décadas del siglo XX hay años como 1915 y 1916 en que se recogen casi 1700
niños para luego ir descendiendo muy lentamente. No obstante, el estadillo de “Niños
entrados y salidos” del período 1963-1982 comienza con la todavía sobrecogedora cifra de
568 niños y finaliza ¡en 1982! con la de 114, lo que demuestra que el problema, habiendo disminuido drásticamente, está aún lejos de desaparecer. La aproximación más fiable
apunta a que en sus primeros cuatro siglos de existencia, la Inclusa de Madrid recogió la
impresionante cifra de más de 650.000 niños entre los abandonados por completo y los
dejados temporalmente al cuidado de la institución por sus padres u otros familiares.
Financiación de la Inclusa.
La primera fuente de ingresos que tuvo la Inclusa del la Cofradía de la Soledad
procedía de los donativos que hacían los fieles a su iglesia de la Victoria. También se
utilizaban las mandas testamentarias que hacían muchos madrileños con el fin expreso de
ayudar al hospicio de niños o con el de lograr ser sepultados en el recinto del templo o en
sus aledaños. Incluso se obtuvieron donaciones de dinero y, sobre todo, de privilegios para
comprar alimentos y los materiales de ajuar más imprescindibles, por parte del propio rey.
El personal que ejercía un trabajo lo hacía de forma gratuita o, todo lo más, por la
manutención y algo de ropa y leña.
En 1651, con la extinción de la Cofradía de la Soledad y las Angustias, quedó la
Inclusa a expensas de los bienes y del dinero contante que pudiera obtener de donativos
directos. La administración también pasó a ser autónoma y además, por esa época tanto las
amas de cría como muchos de los trabajadores exigían, y recibían, una paga económica.
Hubo, pues que recurrir a otros métodos de recaudar fondos. El primero fue salir a pedir
limosna por las calles y las numerosas iglesias de la ciudad. Se extendieron cédulas,
firmadas por las autoridades del Concejo, para que las almas caritativas tuvieran la certeza
de que su dinero era para un buen fin.
En el siglo XVII se decidió dedicar para la Inclusa una parte de las ganancias que
se obtenían de dos espectáculos que siempre han tenido en Madrid una notable afición y,
por tanto, unos sustanciosos ingresos para sus empresarios: el teatro y los toros. De los dos
principales teatros de la capital, uno de ellos, el teatro del Príncipe, antes célebre Corral de
la Pacheca y hoy teatro Español, habría de ceder una parte de sus beneficios para el
mantenimiento de la Inclusa. El otro gran teatro, hoy desaparecido, era el de la Cruz, en la
calle de su mismo nombre. Los beneficios de éste se repartirán en tercios, de los cuales
uno era también para la Inclusa y otro para el Hospital de la Pasión o de Antón Martín. Por
último, la plaza de toros de Madrid también debía dedicar parte del dinero obtenido a la
Inclusa. La plaza de las Ventas, además de organizar anualmente una corrida importante,
la denominada de la Beneficencia en plena Feria de San Isidro, continúa con su
contribución.
Las niñas que, una vez llegadas a cierta edad, pasaban al Colegio de La Paz para
aprender un oficio, generalmente relacionado con las labores de costura, o para dedicarse
al servicio doméstico, eran con su trabajo una importante fuente de ingresos. De ese
dinero, un tercio se guardaba para entregárselo a la chica si contraía matrimonio, junto con
una dote fija que a principios de siglo XIX era de 1300 reales a cuenta de los fondos de la
institución.
Organización.
Los primeros años fueron los frailes del convento de la Victoria y los miembros de
la Cofradía de la Soledad quienes administraron la Inclusa aunque bien pronto obtuvieron
el patrocinio real que asignó una renta anual de 10.000 ducados procedentes de algunos
impuestos sobre el comercio y la vivienda en Madrid. A partir de ese momento era
directamente el rey quien nombraba a los administradores, de manera que la Cofradía fue
perdiendo atribuciones hasta su desaparición.
Con el advenimiento de lo que se llamó la Ilustración, que en España tuvo su
apogeo durante los reinados de Fernando VI y Carlos III, nace entre las clases dirigentes
un concepto que venía a sustituir al de caridad vigente en la sociedad hasta entonces. Se
crean instituciones públicas que se llamaron de Beneficencia, dirigidas no ya sólo a la
ayuda desinteresada del necesitado, sino, sobre todo, al alivio de las penalidades de
quienes pudieran de ese modo integrarse en el mundo del trabajo, una preocupación
típicamente ilustrada. Fruto de de esta nueva mentalidad, en lo que se refiere a la Inclusa
de Madrid y a todas las demás del país, fue la publicación de varios tratados como los de
Joaquín Javier de Uriz y el del doctor Santiago García, Académico de Medicina.
En 1794 se da un paso muy importante para la consideración social de los niños de
las inclusas, al menos sobre el papel, porque otra cosa fue su efectiva puesta en práctica.
Por Real Cédula de Carlos IV quedaron legitimados los expósitos de ambos sexos
existentes y futuros, que serían considerados en adelante como integrantes “en la clase
social de hombres buenos del estado llano general, sin diferencia con los demás vasallos
de esta clase” y los expósitos podrían acceder a los oficios civiles que por su condición les
habían estado negados.
Otra consecuencia de la Ilustración fue la instauración por todo el territorio
nacional de las instituciones denominadas Reales Sociedades Económicas de Amigos del
País, formadas como foros donde las gentes cultivadas se dedicaban a debatir sobre todos
los temas de actualidad y a promover iniciativas culturales, económicas, industriales,
científicas y de todo orden. En la Real Sociedad Económica Matritense se creó la Junta de Damas de Honor y Mérito, integrada por mujeres de la nobleza y las capas altas de la
sociedad. Una de sus propulsoras, nombrada primera presidenta fue doña María Josefa
Alfonso de Pimentel y Téllez Girón, condesa de Benavente y duquesa de Osuna. Sus
prioridades se decantaron enseguida por la Inclusa e iniciaron gestiones para que el rey les
concediese la dirección del establecimiento, cosa que por fin lograron en septiembre de
1799.
Sus primeras medidas consistieron en intentar sanear las cuentas, en contratar
nuevo personal como un segundo médico obligado a visitar periódicamente a los niños en
periodo de lactancia, y en la construcción de una hasta entonces inexistente enfermería en
la parte alta del edificio de Preciados para separar a los niños sanos de los enfermos. La
junta de Damas ha estado vinculada desde entonces a la Inclusa de Madrid y al Colegio de
la Paz y siguen estándolo en la actualidad. Las funciones ejecutivas de la Junta, sin
embargo, fueron pasando paulatinamente a la Diputación Provincial de Madrid que se
ocupa desde principios del siglo XX de la gestión administrativa y sanitaria de la
institución quedando la Junta con un papel de supervisión y otro, muy importante siempre,
de apoyo ante instancias sociales con influencias económicas, políticas y en la opinión
pública.
En 1800, por directa solicitud de la Junta de Damas, se produjo un hecho que ha
tenido enorme importancia en el funcionamiento de la Inclusa madrileña: la incorporación
de las Hermanas de la Caridad. Estas monjas dieron un impulso fundamental al
establecimiento, tanto en lo asistencial del centro como en lo organizativo, ocupándose de
las labores de la enfermería, del torno, de las cuentas diarias de gastos y del ropero.
Cuidados de los niños en la Inclusa.
Cuando el niño atravesaba el torno, era registrado en un libro de entradas donde se
hacían constar los detalles de la fecha, la edad aproximada según la opinión de la persona
que lo recibía, los datos que pudiera aportar en algún papel escrito, y las ropas que llevaba.
Luego se le lavaba, se le ponían ropas limpias y se abrigaba con mantas o junto a una
lumbre para que entrara en calor pues en la mayoría de los casos llegaban, en palabras
textuales de algunos de estos libros, "pasmaos de frío". La siguiente atención era el
reconocimiento por un médico que dedicaba un especial cuidado a detectar signos de
enfermedades contagiosas y, sobre todo de sífilis, para en ese caso destinar al niño a una
sección apartada de los demás en la misma inclusa. Otras veces se le mantenía en
observación durante unas semanas por si en ese tiempo desarrollaba síntomas de tales
padecimientos. A todos los niños se les ponía, como seña de identificación, una cinta al cuello de la que colgaba una medalla que en el anverso llevaba una imagen de la Virgen y
en el reverso un número y la fecha de ingreso. Esta medalla la llevarían hasta su salida
definitiva de los establecimientos de acogida.

De 1809 poseemos una estadística de las causa de muerte de los 889 niños
fallecidos ese año dentro de la Inclusa. Por orden de frecuencia son éstas: el 18,7% mueren
por “extenuación”, término impreciso que parece aludir a un conjunto de síntomas
consecutivos a muchas dolencias, entre ellas las derivadas del estado en que son
abandonados; el 14,8% son los que denominaban “nacidos inconservables”, entre los que
el mayor número hay que suponerlo compuesto por graves malformaciones congénitas o
gran prematuridad; de “fiebre”, palabra que engloba, como sabemos, una gran cantidad de
enfermedades infecciosas entonces no identificables y desde luego incurables mueren el
14,6%. Luego siguen los “trastornos digestivos”, seguramente gastroenteritis en su mayor
parte; “fatiga” que hace referencia a procesos respiratorios; “encanijados”, es decir,
depauperados y faltos de fuerzas y de defensas; el “mal venéreo”, la sífilis, tan frecuente
en aquella sociedad, causa la muerte del 8%. Otras enfermedades mortales descritas en ese
documento son de muy difícil identificación, pero podrían corresponder a sarampión,
escarlatina, difteria o tos ferina, para muchas de las cuales aún no existía ni nombre a esas
alturas del siglo y cuya difusión se facilitaba enormemente por las condiciones de
hacinamiento y falta de higiene ambiental y personal que reinaban en el recinto. En
cambio, cuando se conoció la vacuna contra la viruela a partir de finales del siglo XVIII,
todos los niños eran vacunados contra esa enfermedad cuando todavía no lo eran los hijos
de muchas familias por el rechazo a dicha técnica entre una buena parte de la sociedad.
La fracción más importante entre el personal de una inclusa era la formada por las
nodrizas. En algunas ocasiones eran las propias madres las que se quedaban a vivir allí
para poder seguir alimentando a sus hijos a cambio de su propia manutención y los pocos
servicios que la Inclusa pudiera darles, ofreciendo a cambio su trabajo en las labores
domésticas de la Institución, ahorrando a ésta un gasto añadido. La mayoría de los casos,
sin embargo, había que recurrir a la contratación de nodrizas externas. No era tarea fácil
conseguir mujeres lactantes dispuestas a amamantar a varios chiquillos ajenos y por los
cuatro escasos cuartos que los regidores de la inclusa podían pagarles. En un principio se
exigían varias condiciones a las mujeres aspirantes al cargo: salud contrastada, que fueran
robustas, jóvenes, madres de más de un hijo y de menos de seis para garantizar la riqueza
de la leche, que no hubiesen abortado, que sus senos fueran anchos y de pezones
prominentes, que no tuvieran mal olor de aliento y hasta que sus propios hijos hubiesen sido concebidos dentro de un matrimonio legítimo y cristiano. A la hora de la verdad, sin
embargo, ante la escasez de candidatas y la necesidad de ellas, se aceptaba prácticamente a
cualquiera: prostitutas, madres solteras o amancebadas, enfermas etc. La única precaución
era la de separar a las que tenían el mal gálico o ciertas enfermedades de la piel o poca
leche para ocuparlas en la alimentación de aquellos niños en peores condiciones.
A partir del siglo XVIII se comenzó a promover la idea de que los niños expósitos
fueran acogidos en el ámbito rural por familias a las que se compensaría económicamente
por ese trabajo. A las nodrizas que se hacían cargo de los niños se les pagaba una parte en
dinero y otra en especie, sobre todo en forma de alimentos como legumbres y carne. Los
administradores de la inclusa tuvieron que habilitar un cuerpo de inspectores que
recorriesen aquellos pueblos para poner coto a la serie de irregularidades que se venían
cometiendo. Algunas nodrizas daban a beber a los niños jugo de adormidera para que no
las molestasen, o restregaban sus mejillas con polvos rubificantes para hacerles parecer
sonrosados y sanos ante la visita de un inspector o frente a la curiosidad de los vecinos.
Otras veces vendían la carne que les había suministrado la inclusa para la dieta de los
niños. Por último, en un elevado número de casos, si el niño fallecía, se ocultaba su muerte
para seguir cobrando el estipendio; y así durante años si había suerte de que no llegase por
allí la inspección o se podía burlar ésta alquilando para la ocasión el niño de otra familia.
Aunque ya en el siglo XVIII consta la presencia de médicos pagados a cargo de los
fondos de la institución, fue desde principios del siglo XIX cuando fueron contratados
médicos en exclusividad o haciendo compatible su trabajo allí con sus menesteres en otros
hospitales madrileños. Entre estos médicos, cuya relación pormenorizada consta en los
meticulosos archivos de la Casa, figuran durante ese siglo personalidades como Mariano
Benavente, fundador luego del Hospital del Niño Jesús en la capital. Ya en el siglo XX
hay que destacar a Juan Bravo Frías, impulsor de mejoras para los niños y del cambio de
ubicación del Centro, Juan Antonio Alonso Muñoyerro, director desde 1920 hasta 1936 y
posteriormente desde 1939 hasta su jubilación y responsable, junto con el citado Bravo,
del traslado de la Inclusa al nuevo edificio de la calle O’Donnell y de la creación del
Instituto Provincial de Puericultura. Enrique Jaso Roldán que dirigió la Inclusa durante la
Guerra Civil y años más tarde crearía en la Ciudad Sanitaria La Paz un pionero servicio de
pediatría que sirvió de pauta a todos los existentes en la actualidad. El último director fue
Javier Matos Aguilar hasta la desaparición en los años ochenta del Instituto como tal.
Destino de los niños de la Inclusa.
En la Inclusa o con las nodrizas contratadas en los pueblos, los niños permanecían
el tiempo que duraba la lactancia, por lo general 18 meses, y la llamada crianza que se
extendía hasta los siete años. La lactancia, si faltaba la leche humana se hacía a base de
leche de burra, la más parecida a la humana en sus cualidades alimenticias, o de cabra.
Una vez transcurrido ese tiempo, los niños debían abandonar la Inclusa. A partir de ese
momento se hacía un reparto a otros centros de acogida. Las niñas pasaban al Colegio de
La Paz, fundado en 1679 expresamente para niñas expósitas, donde aprenderían un oficio
y podrían permanecer de por vida o hasta que contrajeran matrimonio.
Los niños varones, llegada la edad de salir de la Inclusa, eran remitidos al Hospital
de los Desamparados, en la calle que hoy lleva ese nombre, donde compartían edificio con
pobres y enfermos adultos de ambos sexos allí recogidos. En otros casos el lugar de
destino era el Hospicio, un magnífico edificio en la calle Fuencarral, adornado años
después de su construcción con una maravillosa portada de Pedro de Ribera. En el
Hospicio estaban recluidos chavales de muy distinta procedencia y, sobre todo, muchos
condenados por la comisión de delitos y que por su corta edad no podían ser encerrados en
las cárceles de la ciudad. En ambos centros, Hospicio y Desamparados, se enseñaban
oficios manuales hasta los catorce años y luego la propia Institución buscaba acomodo
laboral para esos adolescentes que de esa manera salían de allí con el porvenir más o
menos resuelto.
Durante la Guerra Civil se vivió en la Inclusa madrileña un episodio que por sí
mismo merecería un estudio aparte por los componentes que tuvo de epopeya sin que
faltaran los tintes dramáticos. Con la aproximación de los frentes de combate a la capital
se hizo conveniente la evacuación de los niños acogidos. El entonces director, doctor Jaso
Roldán, tomó personalmente las riendas del asunto con conversaciones con las autoridades
civiles y militares y se dispuso la creación de Colonias Escolares en zonas de la península
lo más alejadas posible de la crudeza bélica. Se eligieron las regiones levantina y
manchega y se dispusieron asentamientos en varios pueblos de Valencia, Castellón,
Alicante y Ciudad Real no sólo para los niños sino asimismo para las nodrizas, las madres
internas con sus hijos y el personal sanitario y auxiliar.
Sin embargo, el interés de la Inclusa fue siempre conseguir familias que adoptaran
a los niños. La adopción no era ni mucho menos una práctica habitual en la sociedad de
los primeros siglos de la Institución. Las familias que tenían hijos propios los tenían en
gran número -aunque muchos muriesen en edades precoces por las infinitas plagas que
entonces se cebaban en la edad infantil-, y quienes no tenían hijos no solían considerar la posibilidad de adoptar a uno de esos niños expósitos que vegetaban sórdida y
precariamente en las inclusas. Durante mucho tiempo las únicas adopciones que constan
en los archivos fueran las solicitadas por algunas de las amas de cría externas que se
habían ocupado de cuidar al niño a lo largo de sus primeros años de vida. Los
administradores de la Inclusa solían concederlas con facilidad en esos casos que
demostraban que la mujer y su familia se habían encariñado con la criatura y serían
capaces de ofrecerle un porvenir beneficioso.
Actualmente la situación ha cambiado mucho y para bien. Hoy existen “más padres
sin hijos que hijos sin padres”, como explicaba muy gráficamente un veterano médico que
prestó sus servicios en la Inclusa madrileña de la posguerra. La legislación ha ido
adaptándose a la realidad, pero aún así, adoptar un niño en España es complicado, requiere
un proceso largo durante el cual el niño está en una situación ambigua entre el régimen de
acogimiento, que no garantiza la satisfactoria resolución del procedimiento, y la definitiva
filiación a todos los efectos. Por otro lado, es cierto que el número de niños en situación de
total abandono, requisito que exige la ley para poder ser entregados en adopción plena, es
hoy muy pequeño y el de solicitudes de adopción no hace sino crecer. Así se ha desatado
en los últimos años una marea de las llamadas “adopciones internacionales”.
De cualquier modo, la infancia más desvalida, la que sufre el abandono familiar,
merece cualquier esfuerzo individual e institucional. Así lo entendió la Inclusa desde hace
más de cuatro siglos y, con todas las vicisitudes a las que me he venido refiriendo, ha
hecho una labor extraordinaria a la que es justo rendir un homenaje cuando repasamos la
historia de la Pediatría española.

Bibliografía.
-Arana Amurrio, José Ignacio de: Historias curiosas de la medicina. Madrid. Espasa-Calpe. 1994.
-De Pablo Gafas, Alicia: “Niños expósitos y medicina infantil en España a principios del siglo XIX.” Medicina
e Historia, nº 39. 1991 (tercera época).
-Espina Pérez, Pedro: Historia de la Inclusa de Madrid. Oficina del Defensor del Menor en la Comunidad de
Madrid. 2005.
-Vidal Galache, Florentina y Benicia: Bordes y bastardos. Una historia de la Inclusa de Madrid. Madrid.
Compañía Literaria. 1994.
-Voltes, Mª José y Pedro: Madres y niños en la historia de España. Madrid. Planeta. 1989.
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Medalla y Historia de la inclusa de Madrid Empty
MensajeTema: Re: Medalla y Historia de la inclusa de Madrid   Medalla y Historia de la inclusa de Madrid EmptyDom Jun 24 2012, 12:15

...Sensible por su temática, pero no por ello menos real, estas páginas de del Dr. José Ignacio de Arana Amurrio, nos han aportado, junto a tu medalla una nueva visión del uso de las medallas, en este caso no devocionales, aunque sí de temática religiosa, por el anverso con la Inmaculada como medalla milagrosa, y la numeración del reverso indicando el número para cada huérfano-a.
Muchísimas gracias Mad72, por introducirnos en ésta temática y por la medalla-ficha mostrada, que particularmente no recuerdo haber visto.

He separado un párrafo que también me parece interesante, desde el punto de vista de los " objetos devocionales ", de entre ellos las medallas devocionales, ya que de tener posibilidades de acceso a dicha documentación, es posible que pudiéramos encontrar descripciones de posibles medallas que los niños podían llevar colgados al cuello o cosidos a la ropa, lo que nos proporcionaría un dato importantísimo para datar determinadas advocaciones e incluso determinar cuáles de ellas eran las más comunes. Se trataría, por tanto de consultar el archivo de la Inclusa de Madrid, teniendo en cuenta que " El primer año del que hay constancia documental, 1583, se recogieron 74 niños. A partir de 1600, el número de ingresos anuales oscila entre 300 y casi 700" , tal como se cita en el texto.

[...] " Los niños llegaban al torno en muy dispares condiciones. La mayoría, desde luego,
prácticamente desnudos o sin otra prenda de abrigo que unos trapos viejos o una astrada
manta. Otras, en cambio, llevaban alguna ropilla más cuidada y hasta no faltaba el que
mostraba detalles entrañables de cariño materno en forma de algún humilde adorno en la
ropa o algún objeto de devoción sobre el cuerpo.
Era bastante frecuente que junto a la
criatura apareciese una nota, [...]. Estos datos, junto con los de los objetos que
llevasen encima, podían más tarde ser aducidos por la familia para identificar al niño si
decidían reintegrarlo al hogar. De todo ello se llevaba un meticuloso registro por escrito de
cuya existencia hay constancia en el archivo de la Inclusa de Madrid
. En ese mismo
registro se anotaban todas las vicisitudes de la estancia del niño hasta que salía de la
institución.

No es la primera vez que se realizan estudios de este tipo, aplicados a las medallas devocionales, aunque no he leido nada relacionado con España. En Italia, Mario de Ruitz. Carte de Ruitz " La medaglia devozionale dei primi cinquanta anni dal Concilio Tridentino fra i segnali degli esposti allo Spedale di S. Maria degli Innocenti di Firenze " CDR.29.11. Fuentes manuscritas de la Biblioteca Bertoliana di Vicenza. En su catálogo, Pietatis Causa (2008), pp.36-37 expone lo siguiente :

Medalla y Historia de la inclusa de Madrid P36f
Medalla y Historia de la inclusa de Madrid Pag371

Sería, repito muy interesante bucear entre aquellos archivos, por si podemos aportar algo nuevo al mundo de las medallas devocionales en España. Es una de mis asignaturas pendientes, por tiempo y proximidad debería empezar con la de Barcelona.

Dejo la puerta abierta por si alguien se anima.

Un cordialísimo saludo
tesayma

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MensajeTema: Medalla   Medalla y Historia de la inclusa de Madrid EmptyDom Jun 24 2012, 13:09

Amigo MAD72:
Gracias amigo por mostrarnos esta medalla de la Inclusa de Madrid, seguro que la habrás alegrado el día a nuestra inquieta amiga Tesayma que ya manifestó hace ¿semanas? su interés por conocer del tema y su intención de documentarse con relación al mismo. Como ves , en el anverso de la medalla se representa a la Virgen Milagrosa en un tipología muy típica del último tercio del S. XIX. El reverso"impone" un poco, porque ese número me trae otros recuerdos más dramáticos y seguro tiene carácter identificativo. Estos establecimierntos de beneficencia, caridad o como quiera denominarselos,...me da la impresión que tenían un régimen interno muy rígido y una ferrea disciplina para con sus acogidos/as, por lo que la razón ser la medalla seguro que tenía por lo tanto más proposito de control de la persona que de inculcarla unos principios y hábitos devocionales. He visitado por supuesto el Hospital de los Inocentes de Florencia, algunos vestigios de similar Institución en Madrid, creo Galicia y Andalucía; sin embargo no tengo que ir muy lejos, pues hasta hace unos 8 años que en Burgos, se transformó en el Centro Cívico San Agustín, el edificio reformado del Hospicio de Burgos, contiguo al también antiguo Hospital Provincial (hoy Residencia Universitaria) que yo he conocido en funcionamiento y la ventana en la fachada lateral, donde estaba el torno para depositar a los niños ex-positos por parte de madres solteras, personas muy pobres..., todo entiendo muy triste para cuelquiera que sea padre/madre (como es mi caso, por duplicado) o tenga un mínimo de sensibilidad. Creo que estamos hablando de lo mismo, ¿no Tesayma?. Ahora me leere tu aportación para ver si coincidimos en algo y sobre todo, no ando excesivamente perdido, aun cuando no he estudiado el tema y reconozco no saber practicamente nada del mismo.
Gracias de nuevo a MAD72 por su aportación (no habíavisto ninguna) y a Tesayma por su concienzudo estudio siempre que seguro mantendrá latente durante algún tiempo. A todos cordiales saludos.
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MensajeTema: Re: Medalla y Historia de la inclusa de Madrid   Medalla y Historia de la inclusa de Madrid EmptyDom Jun 24 2012, 13:46

Gracias por el aporte amigo Mad, tiene una carga emocional muy fuerte.
No he podido terminar de leerlo, pero reitero los agradecimientos porque la medalla con el 16691 habla por sí misma...

un cordial saludo
Mn
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MensajeTema: Re: Medalla y Historia de la inclusa de Madrid   Medalla y Historia de la inclusa de Madrid EmptyDom Jun 24 2012, 16:18

Mn escribió:
Gracias por el aporte amigo Mad, tiene una carga emocional muy fuerte.
Coincido con MN. Es una historia muy bonita.

Saludos! cheers
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fsainzvarona
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MensajeTema: Medalla   Medalla y Historia de la inclusa de Madrid EmptyDom Jun 24 2012, 17:03

Buenas tardes:
Me felicito amiga Tesayma, puesto que sino he dado en el clavo con mi anticipada (antes reitero de leer por encima el texto que aporta con su medalla MAD72 y el tuyo posterior sobre la medalla de la Inclusa de Madrid) y deliberda especulación, desde luego no me he dado con el martillo en los dedos (en esta ocasión, je,je,je,...). Pues bien Teresa, hay mucho que estudiar y entre otras cosas Informática elemental como es mi caso y las fechas quizás no son las mejores, para esto considero más práctico el largo invierno "burgalés", pero sin prometerte nada (cuidadín,...que todo queda en un simple propósito: más je, je, je,..) quizás te pueda hacer una o dos gestiones ante los Servicios Sociales de la Diputación, y sobre todo, la Residencia de jubiladas ("mayores" dicen ellas, contigua al Covento de las Franciscanas Concepcionistas o LUISAS=Convento de San Luis, mis mojitas de mayor confianza que las Hermanas de la Caridad de grandes tocas en otro tiempo, tienen en nuestra Ciudad en el Paseo de los Pisones). Es la Comunidad de Religiosas más numerosa y presente de siempre en Burgos (Hospitales Provincial y Militar, Residencias de Ancianos de la Diputación, Colegio de educación de la Visitación (más conocido por SALDAÑA) y varios en la provincia, etc. Tiene que haber entre las octogenarias y nonagenarias, monjitas que conocieron la Inclusa en los duros años del 1.940 a 1.960, incluso me consta y conozco un chico con tal procedencia. La Diputación les iba buscando un futuro a partir de la adolescencia y sobre todo al regreso del Servicio Militar como casualmente me informaba esta persona no hace todavía tres semanas. Los colocaban de Peones-Camineros, jardineros, "Conserjes-Subalternos",...y a los más espabilados de chóferes , operarios en la Imprenta Provincial,..... A las chicas las preparaban paraObreras de Fábricas e incluso Secretarias . Según escribo me fluyen las ideas amiga Tesayma para orientarte con sentido práctico en tu propia investigación, asi que contínuo. Hace unos días cuando paseaba a Sare (como sabes la labrador de capa negra de mi hija), encontré sentado a la sombra de un Parque a D. Calixto ? quien me reconoció a pesar de sus 86 añitos ya con cachava me dijo un poco atorado. Fué hasta su jubilación en 1.992 el Capellán-Administrador del Cementerio municipal de San José en Burgos, plaza ya amortizada en la RPT del Ayuntamiento. Desde su popularidad y buena memoria, seguro que sí le busco en mi antigua Parroquia donde todavía celebra misa a diario, me podría poner en contacto con el Capellán de los establecimientos provinciales, creo que es como denominaban tal puesto en la Diputación, quien si todavía vive entre los jubilados de la Residencia sacerdotal de la Diócesis, podría contarme cosas de interés o identificar a las monjitas más directamente implicadas en el trabajo cotidiano y la historia de la Inclusa en la caput castelae. Con el permiso de PONDUS, tuyo y del resto de Responsables de nuestro Foro, he querido hacer estas reflexiones en voz alta en el Foro General, y no mediante un simple MP, pues así quizás logres que algún otro compañero quiera echarte una mano en tu investigación, aportando cuanto pudiera conocer respecto de su propia Ciudad. Claro que para esto se becesita sino el tiempo que yo dediqué a mi Medallística Burgalesa, un poco cuando menos. ¿Te ha merecido la pena mi comentario o te he hecho perder el tiempo con mis conjeturas?. Un cordial saludo a todos.



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MensajeTema: Re: Medalla y Historia de la inclusa de Madrid   Medalla y Historia de la inclusa de Madrid EmptyDom Jun 24 2012, 20:24

Muchísimas gracias amigo Fernando, tus comentarios son siempre bienvenidos y muy provechosos. Los datos que nos has facilitado son muy interesantes. Es cierto que estos trabajos son para el invierno.

Primordialmente me interesan " los objetos de devoción" que las madres prendían en la ropa de los bebés. Sospecho que podrían haber medallitas, amuletos, ... . El período más interesante de estudio sería , en el caso de Madrid, desde los inicios en 1583 hasta 1700, para ello sería necesario consultar los archivos. Conocer dónde están ubicados, de quién dependen y en qué lengua estaban redactados ya es un gran paso para dimensionar el tema. Reitero mis gracias.

Un cordialísimo saludo
tesayma
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MensajeTema: Medalla y Historia   Medalla y Historia de la inclusa de Madrid EmptyDom Jun 24 2012, 23:24

Buenas noches: Me alegra saber que te han gustado y puedes sacar provecho de mis observaciones sobre algunas fuentes para obtener información sobre los objetos de devoción de uso o pendidos al cuerpo de los niños expositos en la Inclusa. Nada más pulsar el "envíar" he adverttidoel olvido del dato no recuerdo porque conocido por mi parte hace bastantes años, igual lo he visto en alguna serie de la TV, de esas tan de mi gusto por estar ambientadas durante el Romanticismo de S. XIX , finales de tal siglo o primer tercio dfel S. XX (reconozco que series como Cañas y Barro, Fortunata y Jacinta, la Señora, los Goso y las Sombras, las sigo con ganas (quizás sea por mi formación a mayores como Sociologo,...nose). Centrándome en el tema, efectivamente a estas criaturas se las dejaba (que no abandonaba) con bastante dolor de corazón por parte de sus madres, abuelas naturales, con un imperdible prendido a la ropita o la mantita enn que se colgaba una dramática nota pidiendo que se atendiera con caridad y en lo posible a las necesidades del niño/a, así como con una "cinta", medallita, humilde portaretratos u otro objeto que sirviera de elemento identificatorio cara al futuro. Son malas fechas como me has reconocido, pero tengo pendiente una visita a la Superiora del Convento antes citado que este invierno acompañando a otra religiosa al Médico, me paró sin haber advertido su presencia para saludarme y reprocharme amigablemente, los ya 3 años desde mi última visita, así que como perfectamente me puede presentar-contactar con sus vecinas de la Residencia de monjas mayores de Hermanas de la Caridad que atendieron la Inclusa burgalesa; voy a intentar a lo largo del ya inmediato Julio hacerte esta primera gestión, pues estamos hablando de religiosas muy mayores que ni veranean en Siches ni nadie (como al resto de los mortales) las garantiza que lleguen a Octubre, dicho sin ningún tipo de morbo. Sería interesante que dos monjitas me confirmaran estas primeras hipótesis y nos revelaran algún hilo conductor común: Iconografía de la medallita con que laas madres y familias sdejaban a la criatura en el torno, u otro objeto de devoción (estampa, amuleto, ex-voto,...) que con el paso del tiempo obsequiaban a su vástagos si es que se interesaban por su devenir,...Si tuviera más confianza, le preguntaría directamente a esa persona de unos 55 años que indirectamente y un poco por un mensaje subliminal del interesado supe que tenía tal orígen,; pero....Ahora recuerdo que el Funcionario-Abogado Jefe del Dpto. de Bienestar de la Diputación era amigo de mi padre, jugaban la partida de mus,....y era casi vecino mío; pero ha debido fallecer; más jóven que mi padre,...pero bajará de los 85 sí es que vive. En fin que procuraré explorarte alguno de estos caminos locales.
Un cordial saludo a todos.


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MensajeTema: sumando....   Medalla y Historia de la inclusa de Madrid EmptyLun Jun 25 2012, 11:47

Hola amigos he investigado un poquillo en la red y he encontrado algun archivo que indica los ingresos en las Inclusas de Madrid por años desde el 1583 y sumando sumando he obtenido que el numero de esta medalla pertenece a un ingreso realizado en 1631
Un cordial saludo para tod@s
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MensajeTema: Re: Medalla y Historia de la inclusa de Madrid   Medalla y Historia de la inclusa de Madrid EmptyLun Jun 25 2012, 13:53

Saludos, amigo Mad creo que la virgen representada y la morfología de la medalla que aportas ofrece una data de mediados del XIX al menos, pues se trata de la Virgen de las Gracias, tambien llamada V. Milagrosa o de la Medalla Milagrosa, iconografía establecida despues de las apariciones de la virgen en Paris en 1830?...

un cordial
Mn
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Mad72
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MensajeTema: por mis cuentas   Medalla y Historia de la inclusa de Madrid EmptyLun Jun 25 2012, 14:02

Si los archivos de Madrid y mis cuentas no fallan.....y suponiendo que asignaran una medalla numerada a cada niñ@ desde que se crearon las inclusas de madrid en 1583....he ido sumando año a año y me coincide con el año 1631
Un saludo
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MensajeTema: Re: Medalla y Historia de la inclusa de Madrid   Medalla y Historia de la inclusa de Madrid EmptyLun Jun 25 2012, 14:47

Buenas Tardes Mad72

Nuestro foro es imparcial y neutral en cualquier ideología , no solo eso , sino que también no realizamos reivindicaciones de ningún tipo.Por lo que te rogaríamos que cambies el Avatar que has puesto con todo nuestro respeto.

Gracias,

Un cordial saludo
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MensajeTema: vaya vaya   Medalla y Historia de la inclusa de Madrid EmptyLun Jun 25 2012, 14:53

ala ya he quitado lo que os ha MOLESTADO y no lo entiendo....no comprometo al foro...pero bueno
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